miércoles, 30 de abril de 2014

Corea del Norte: mitos y democracia

Son ya muchos los mitos que corren por Occidente sobre la República Popular Democrática de Corea y su supuesto régimen hermético-militar. Lo cual de primeras supone una gran contradicción, puesto que si fuera un régimen hermético, ¿cómo se tiene acceso a lo que sucede dentro del Estado norcoreano y de dónde salen tantas noticias sobre el país? Pequeños matices que se escapan entre los medios de comunicación.


Corea del Norte es una república socialista semi-presidencialista. Esto significa que el presidente de la república o jefe de estado (presidente del presidium de la asamblea suprema) es elegido por la asamblea suprema, que a su vez es escogida junto al primer ministro (presidente del gobierno) directamente por el pueblo.

Ahora mismo quien ostenta la presidencia de la república es Kim Yong-nam, y el presidende del gobierno (premier) es Pak Pong-ju.

El puesto de Kim Jong-un, del que tanto se habla, es el de primer presidente de la comisión nacional de defensa de Corea del Norte, lo que significa, ni más ni menos, que es el comandante supremo del ejercito popular de Corea. Que es también ratificado cada 5 años (junto a la nueva asamblea suprema). Y por supuesto, no tiene poderes administrativos(1). Es decir, Kim Jong-un no es ningún dictador. De hecho, si entráis a wikipedia en la sección líder supremo, os redireccionará a presidentes que ha tenido la república. Cuyo puesto, como ya hemos visto, no lo ostenta él. También podéis ver los presidentes aquí.

¿Por qué ese culto a la personalidad, entonces? Bueno, de hecho, no existe un culto a la personalidad diferente al que podría haber en EEUU con el presidente Obama. O con Lincoln o Jefferson. Cada estado crea unos símbolos nacionales que vinculen su territorio con una historia. La diferencia radica en que el culto en EEUU es político (presidente) e interclasista (se usa para mantener a la nación unida), y en el estado norcoreano es proletario y cultural. Es decir, el budismo, taoísmo y confucionismo mezclados en todo el continente asiático (no sólo en dicho estado), provoca que la población tenga un padre espiritual. Una guía. Lo cual no significa que no podamos tener una opinión crítica con esto, siempre al márgen de juicios eurocentristas.

¿Cómo se articulan las elecciones que comentaba antes? Fácil, todos los ciudadanos del Estado pueden presentarse en su distrito (todo el estado se divide en pequeños distritos), sin importar el partido al que pertenezcan. Ya en esos distritos, la población se reúne en asamblea y debate qué candidato presentan (por medio de votaciones secretas). Es decir, se usa el método de la democracia directa y asamblearia. Una vez decididos todos, se elabora una lista donde están todos los candidatos elegidos en los distritos, y el día de las elecciones se vota esa lista. Si se da el caso de que es rechazada, se procedería a hacer el mismo procedimiento.

Normalmente, siendo el Partido del Trabajo de Corea el partido de la revolución norcoreana, es causal que la mayoría de diputados de la asamblea suprema del pueblo sean de dicho partido. Esto no significa que sea el único, puesto que en Corea, todos los partidos legales están unificados en el Frente Democrático para la Reunificación de la Patria. Tal frente está formado por el Partido del Trabajo de CoreaPartido Social Demócrata de CoreaPartido Chondoísta Chong-u, junto a otros, con el objetivo de reunificar Corea y llevar el socialismo a todo el país.


Como puede verse, en la República Popular Democrática de Corea no existe ninguna supuesta dictadura. Conviven varios partidos en la asamblea suprema del pueblo y los candidatos son escogidos siguiendo el principio de la democracia directa. De hecho, como ya se ha podido observar, en los debates distritales para las elecciones, no siempre se elige a alguien del PTC.


Como añadidos, la prensa es pública, puesto que es un régimen socialista, es decir, propiedad de los trabajadores y las trabajadoras de toda la república. Organizada por gremios, todos ellos tienen su propia asociación comunicativa gestionada asambleariamente. No sucede pues, como en Occidente, que la información que da la prensa es la voluntad del dueño de la prensa. Y la red de internet es de libre acceso en las universidades. Fuera de ellas, debido al gran gasto que supone para el Estado provocado por el bloqueo económico al que se enfrenta Corea del Norte, existe una intranet que se va actualizando con todo lo que puede cogerse de la red libre.

Del supuesto hermetismo, se puede observar en un programa de televisió de Catalunya llamado Afers Exterios como los alumnos universitarios de Corea del Norte están perfectamente informados de lo que sucede en el estado español, por poner un ejemplo.

En conclusión, la República Popular Democrática de Corea supone hoy por hoy un lugar del que se vierten muchas mentiras fácilmente refutables, como se ha podido ver. Occidente, en cambio, sigue siendo un lugar que es capaz de todo para defender sus intereses.
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lunes, 21 de abril de 2014

¿Es el Estado español un Estado fascista?

Semanas atrás me he encontrado con un debate que, al parecer, lleva años sin ser resuelto, o al menos la existencia de una opinión compartida brilla por su ausencia. La cuestión de la que hablo es si España es un estado fascista o no lo es.

Mi intención con este artículo no es responder directamente a la pregunta, sino exponer argumentos clave para que la lectora llegue a una conclusión propia, en base a la reflexión.


Empecemos por esclarecer si el estado español es una democracia. ¿Puede un Estado tener una democracia transversal? ¿Una democracia que favorezca a todas las clases sociales? La respuesta se encuentra en el sistema económico. No puede haber una democracia transversal puesto que el sistema económico no favorece por igual, en términos de poder, a las dos clases sociales más importantes. Habrán propietarias y no propietarias. Accionistas y trabajadoras. Y si lo importante es que haya un desarrollo del sistema productivo y una cubierta de necesidades, dentro de un régimen de propiedad privada, el estado tendrá que favorecer a ésta, en vez de a la propiedad pública o autogestionada. Tendrá entonces más poder la propietaria que la trabajadora, puesto que la primera es la que va a tirar el Estado adelante usando la fuerza de trabajo de la segunda.


Aclarado ya que la democracia no puede ser transversal, sino que ha de ser obligadamente una democracia de clase, a España le toca por sistema económico la democracia burguesa, puesto que el sistema económico no favorece a la clase trabajadora, sino a la clase propietaria.

Pero, ¿es el estado español una democracia burguesa? ¿Existe una competencia de intereses dentro de la burguesía que haga que haya una competencia entre partidos representantes de diferentes intereses dentro de la clase propietaria? De nuevo, la respuesta es no. La clase propietaria está unida en la patronal. En todos los sectores hablamos de oligopolios, monopolios y oligarquías. ¿Qué significa eso? Que uno o muy pocos propietarios pactan los precios. Que hay una alta concentración de capital, y los medios de producción son propiedad de muy poca gente. Es decir, los diferentes 'capitalismos' (industrial, bancario, comercial) se han anexionado y han pasado a tener un sólo interés, el financiero. Así, observamos como la oligarquía toma el poder del Estado a través de la financiación política, y el necesario vínculo económico (pues recordemos que el Estado capitalista debe favorecer necesariamente a la clase propietaria), lo que a su vez significa que la legalidad pasa a ser monopolio de dicha oligarquía, y deja de ser una legalidad genérica burguesa. Concluyendo en un bloque hegemónico de poder en el que los partidos legales representan los intereses de dicha oligarquía.
El reflejo de esto se ve en el sistema político. ¿Hay diferencias sustanciales económicamente entre el PP y el PSOE? ¿O sólo tienen diferencias en materia social? Efectivamente: dos partidos, una política económica, y una ley electoral que, debido al reparto mínimo de diputados por circunscripción, mantiene un bipartidismo superestructural que protege al régimen.

Vemos, pues, que el estado español no es una democracia burguesa. Pero eso no lo convierte directamente en un estado fascista. Lo convierte, de momento, en un capitalismo monopolista de estado. Es decir, que las propietarias tienen el poder político. Que la infraestructura (sistema económico) ha colapsado la superestructura (sistema político).

Llegados a este punto, es necesario volver a plantear la pregunta que enuncia este artículo: ¿es el estado español un estado fascista? Lo que a su vez provoca que tengamos que plantearnos otra pregunta más de base: ¿qué es el fascismo? lo que se transforma en ¿cuál es su característica principal?
Responderemos la pregunta por eliminación. ¿Es la característica principal del fascismo su represión? No, puesto que ésta existe si las circunstancias lo demandan. En el estado español, por ejemplo, la represión fue muy dura en la posguerra y en el posfranquismo (transición). Por lo que ésta dependerá del peligro que corra la clase dominante o clase propietaria. ¿Es la característica principal del fascismo su sistema económico? Tampoco, puesto que tanto la Alemania nacional-socialista, como la Italia fascista, como la España franquista, escogieron derivas económicas distintas y que cambiaron a medida de las circunstancias de la clase dominante. Esto, en el estado español, es prácticamente palpable, primero con el periodo de autarquía, después, en cambio, con el tecnócrata.

Entonces, ¿qué característica principal queda si no es la represión o el sistema económico? El origen del fascismo, y el sistema político. Todo régimen fascista comparte el origen y su sistema político: el estado corporativo. ¿Cuál es el origen del fascismo? La crisis del capitalismo, el peligro de que la clase propietaria perdiera su poder, el ascenso del movimiento obrero.

En el estado español, después de que el frente popular ganara las elecciones en la II República, el fascismo llegó al poder de la mano de Franco después de una cruenta guerra nacional revolucionaria que él ganó. El contexto internacional fue de crisis del capital, y en concreto en España crisis profunda y victoria de un frente formado por comunistas, republicanos de izquierda y hasta anarquistas.

La otra característica principal es el sistema político, que tampoco cambió en los regímenes fascistas: el estado corporativo. Dicho estado estaba formado por la corporación política, la sindical, la patronal, la militar, etcétera, en el que los individuos quedaban relegados a un segundo plano y eran las corporaciones las que se encargaban de negociar los asuntos sociales.

En el estado español vemos algo muy interesante, y es que la transición no fue una ruptura, pues no se llamó a una asamblea constituyente. No se convocó ningún proceso popular que rompiera con las élites fascistas, sino que fueron las élites fascistas las que crearon el proceso constituyente. La transición, pues, fue una reforma del franquismo. Unos pactos entre élites políticas. Por tanto, la base franquista quedó ahí. Fue una reforma necesaria para poder entrar en la Unión Europea (ya que sus estatutos prohibían la entrada de un estado formalmente fascista) y que la tasa de ganancia de la clase dominante no se estancara.

Y finalmente, también podemos observar algo, y es que en el estado español, existe una corporación política (bipartidismo superestructural y monarquía), una corporación sindical (los dos sindicatos representativos [CCOO y UGT], que en realidad sólo agrupan a una muy pequeña parte de la clase trabajadora, alrededor de un 5%), y la corporación patronal. Y son estas corporaciones las que entre ellas negocian, al margen de la ciudadanía, todos los asuntos del estado. Son entes financiados por él mismo. Así como también puede observarse que el corporativismo en añadido podría ser consecuencia directa de la gran concentración de capital en el estado.

La conclusión, como quedó anunciado al principio, queda a cargo de la lectora.

domingo, 20 de abril de 2014

El Estado burgués y la clase trabajadora

Una vez finalizadas las revoluciones burguesas o los pactos entre nobleza y burguesía para que esta última se erija como nueva clase dominante y se apodere del Estado tenemos una nueva forma de organización política que como diría Engels, “(El Estado moderno) no es sino un comité que administra los problemas comunes de la clase burguesa”. Pero si consideramos el punto de vista desde la clase oprimida, el Estado burgués y el Estado absoluto tienen muy pocas diferencias. La diferencia entre estos dos tipos de Estados, para la clase trabajadora, es la misma que para un pájaro el cambio de una red en la que está atrapado a una jaula un poco más grande, por tanto para la clase obrera, el cambio de un Estado a otro o supone más que el ensanchamiento de la jaula donde está presa.



Vayamos a analizar las características y diferencias de cada Estado. Bajo el Estado absoluto tenemos una clase social dominante que es la nobleza (y el clero) pero que se “esconden” detrás de un monarca absoluto que es quien, en definitiva, es catalogado como el pilar central del Estado y la sociedad. ¿Cómo se ve la clase trabajadora ante la nobleza y el monarca? Pues las masas trabajadoras se ven en condición de servidumbre hacia sus inmediatos superiores sin opción de rechistar ni razonar. Característica de este Estado es que la violencia autoritaria y explotadora de la nobleza hacia la masa obrera es totalmente visible, descarada y abierta. He aquí una de las principales diferencias con el Estado burgués, donde la explotación y opresión hacia la clase trabajadora está casi perfectamente enmascarada, primeramente escondida tras un Parlamento y Gobierno elegidos “libremente” por el pueblo mediante el sufragio universal. La burguesía explota y controla a la masa trabajadora de una manera mucho más sutil que la nobleza/monarca absoluto escondiendo la explotación tras un tupido velo de “libertad” y “derechos”.

En la sociedad capitalista, el poder supremo y la soberanía recae sobre el Parlamento. Mientras en un Estado absoluto las clases oprimidas recibían directamente ordenes desde la nobleza o el clero sin posibilidad de discusión y con castigos severos si se oponía resistencia, en el Estado burgués a las clases populares se les pregunta cada cuatro o cinco años a quien quieren enviar al Parlamento para ser “representados”.  ¡Que honor! ¡Estos burgueses nos dejan elegir cada cuatro años a nuestros nuevos amos! Alguien puede llegar a preguntarse la siguiente cuestión: “¿Pero por qué la burguesía deja que las clases populares voten libremente si pueden votar a partidos o representantes comunistas o campesinos?”, la respuesta es bien sencilla, la burguesía sabe que gracias a su control de los medios de comunicación pueden hacer que la inmensa masa obrera acabe votando a partidos que realmente mantienen el statu quo capitalista y no ponga en peligro los privilegios y poderes de la clase burguesa. La burguesía sabe que pasará esto, sabe que los resultados de las elecciones no cambiarán nada y es por esto que prefieren dejarnos votar antes que ejercer una violencia directa y descarada contra las masas populares.  Es más cómodo y efectivo que sean las masas populares elijan a sus opresores para que así se creé una falsa –pero reconfortante- ilusión de libertad. ¿Pero qué ocurriría si por motivos X la clase obrera votara y diera mayoría a partidos y representantes netamente socialistas que defienden los intereses del proletariado y quieren acabar con el orden burgués? Pues veríamos, como se ha visto a finales del siglo XIX y siglo XX que las fuerzas imperialistas y capitalistas –tanto nacionales como internacionales- sacarían a la luz su cara más brutal y violenta para sofocar cualquier indicio de cambio en el sistema capitalista. Es únicamente en periodos prerrevolucionarios o en momentos de crecimiento de organizaciones y partidos revolucionarios donde la burguesía se quita sus ropajes democráticos y saca a relucir las fauces del fascismo y de una violencia descarada contra las masas obreras y campesinas.  Así pues podemos afirmar, como ya lo hizo en su momento el economista soviético Yevgeni Preobrazhensky, que el Parlamento es un instrumento necesario de la burguesía para engañar al pueblo.

A modo de conclusión podemos afirmar que la diferencia entre el Estado burgués y el Estado absoluto radica en que la violencia del primero está mejor disimulada y enmascarada detrás de “libertades” y “derechos” que la del segundo.  Para el capitalista, la diferencia entre un Estado absoluto y un Estado burgués es abismal, pero para el obrero, para la clase trabajadora, la diferencia entre estos dos tipos de Estados la diferencia es ínfima.

“La diferencia entre la autocracia de la nobleza y el Estado burgués se resume en tres palabras: La jaula es más amplia, el látigo más liviano y los golpes se dan previo acuerdo de la constitución”. Yevgeni Preobrazhensky


miércoles, 2 de abril de 2014

Kronstadt: La rebelión silenciada


En este presente artículo vamos a recuperar una de esas intensas historias que aún no han sido arrojadas a la luz, al menos no para la mayoría de la sociedad. El tema que hoy nos concierne es la Rebelión de Kronstadt, y algunos preguntarán ¿y eso qué es? Bien, pues dicha rebelión fue un intento fallido de revolución anarquista (o contrarrevolución según los marxistas) contra el bolchevismo imperante y vencedor de la nueva URSS.


La derechización y la deriva autoritaria de la URSS ocasionó el descontento de parte de la clase obrera rusa, principalmente a aquellos elementos anarquistas, consejistas y demás libertarios que habían luchado durante la Revolución Rusa de 1917 y que soñaban con la implantación de un nuevo sistema caracterizado por la libertad y fraternidad de una clase obrera que llevaba siglos oprimida por la burguesía, algo que parecía no vislumbrarse en la nueva Unión Soviética. Fue entonces cuando, desde el 7 de Marzo al 17 la pequeña ciudad marinera rusa de Kronstadt (situada en la Isla Kotler a 30 Km de St. Petesburgo) vivió su particular revolución contra toda tiranía y autoridad marcada por los ideales anarquistas.

Esta rebelión la protagonizaron los marineros de Kronstadt, en su mayoría anarquista y “y siempre a la izquierda del comunismo y no a la derecha” como algunos bolcheviques intentaban hacer creer para desprestigiar esta rebelión. La población de esta pequeña ciudad marinera se levantó contra la URSS principalmente porque para ellos no era –el Gobierno- suficientemente soviético. El lema de los marinos era el de “Todo el Poder para los Soviets” ya que creían que la URSS se aburguesó demasiado rápido y privó de gran poder a los consejos y soviets repartidos por todo el nuevo Estado. Ante los primeros amotinamientos y barricadas de los marinos la respuesta militar por parte de un Ejército Rojo dirigido por León Trotsky no se hizo esperar, aunque primeramente no sirvió de mucho ya que los trabajadores de Kronstadt resistieron de manera heroica.

El antecedente a esta rebelión vino un mes antes, en Febrero de 1921 cuando los obreros de la ciudad se declararon en huelga general en motivo de queja por el mal repartimiento de víveres y productos básicos que necesitaban lo cual provocó los primeros arrestados. Fue entonces cuando el uno de marzo de 1921 la asamblea de trabajadores de Kronstadt envió a St. Petesburgo un documento con sus demandas sociales. Las exigencias de los marineros hacia el Gobierno eran principalmente la nueva elección de los Soviets ya que consideraban que estos no representaban los verdaderos anhelos de campesinos y obreros y que se dejara plena libertad para hacer propaganda antes de estas nuevas elecciones. Pero las demandas y exigencias no se paralizaban aquí, se iba más allá, los obreros pedían la libertad de reunión para los sindicatos industriales,  organizaciones campesinas y libertad de prensa para anarquistas y demás sectores revolucionarios de la izquierda no bolchevique, libertad para todos los presos campesinos y obreros arrestados a raíz de la huelga general de Kronstadt, nombrar una nueva comisión especial que revisara los procesos de los presos políticos que había en las prisiones soviéticas, la supresión del control policial en las estaciones de ferrocarriles que incautaban los vivieres que el Estado no vendía ni compraba, que los campesinos puedan tener haciendas propias siempre y cuando no tengan asalariados trabajando para ellos y finalmente la libertad de trabajo a domicilio mientras no se emplearan asalariados. Estas exigencias fueron un intento en vano de democratizar el régimen bolchevique que se olvidaba de la democracia obrera para abrazar el centralismo burgués, lo que acabó por tachar esas demandas que pedían aquellos marinos de la ciudad rusa de Kronstadt de “contrarrevolucionarias”. Sin duda alguna la paciencia de muchos sectores obreros y campesinos soviéticos se había agotado, estaban cansados de un Gobierno demasiado violento y coactivo que parecía evitar la llegada de aquel nuevo sistema por el que se había producido la Revolución Rusa de 1917. La intención de los marinos de la pequeña ciudad rusa era poder causar otra revolución, pero esta vez una revolución social que llevara a la clase obrera a vivir un “verdadero” socialismo. Según los obreros de Kronstadt, el Partido Comunista detentaba el poder político dejando de lado a los obreros y campesinos, mientras obraba en su nombre, como si un “neo-feudalismo” se hubiera instalado bajo el nombre de “comunismo”. El entusiasmo era tal que algunos idealistas llegaban a vislumbrar una nueva revolución que acabara con la autoridad y esa “comisariocracia” que parecía oprimir de nuevo a la clase trabajadora y que por fin se lograría el verdadero poder para el Pueblo, el verdadero poder para los Soviets.

Como era de esperar, el Gobierno bolchevique utilizó todas sus armas militares y propagandísticas para derrotar y desprestigiar a esta nueva rebelión.  Lo primero que hizo la maquinaria de propaganda soviética fue intentar hacer creer al resto de población soviética que dicha rebelión era realmente una contrarrevolución liderada por los “blancos” y demás sectores reaccionarios enemigos de la clase proletaria, nada más lejos de la realidad. Los marinos de Kronstadt rechazaron siempre toda ayuda reaccionaria, cuando llegaron las noticias del levantamiento obrero a París, los capitalistas rusos allí exiliados ofrecieron cantidades ingentes de dinero a los sublevados, dinero que rechazaron desde el primer momento. Cuando los antiguos oficiales zaristas, también exiliados, que habían conseguido exiliarse contactaron con los rebeldes de Kronstadt para ofrecer sus servicios militares, los primeros volvieron a responder de manera negativa.

Ante este ataque, los comités revolucionarios de Kronstadt se apresuraron rápidamente a publicar los nombres y profesiones de todos los miembros de esta nueva rebelión para confirmar que se trataba de verdaderos revolucionarios, obreros, marinos y campesinos que querían acabar con la autoridad y opresión.  “Estamos firmes para la causa que hemos hecho nuestra de liberar al pueblo del yugo que el fanatismo de un partido comunista le impuso, y moriremos gritando: ‘¡Vivan los soviets libremente elegidos!’ Que lo sepa el proletariado del mundo entero. Camaradas, necesitamos vuestra ayuda moral. ¡Protestad contra los actos terroríficos de los autócratas comunistas”. Estas consignas –y similares- rezaba el diario soviético “Novi Put”.

El 17 de Marzo de 1921 todo acabó, aquel sueño de revolución social sucumbió ante la feroz fuerza militar del Ejército Rojo. Nadie compendió la verdadera importancia de la causa por la que murieron todos esos hombres y mujeres. Al menos los hombres y mujeres caídos en la Comuna de París acabaron en el corazón de todo el proletariado mundial del momento, en cambio los hombres y mujeres caídos en Kronstadt fueron recordados como traidores de su clase social y como contrarrevolucionarios sin que nadie conociera realmente las causas que los llevaron a la muerte y su último llamado de socorro solo halló oídos sordos.