Si hay algún nombre que se toma, desde hace más de un siglo,
como estandarte máximo del anarquismo, es sin duda Mijaíl Aleksándrovich
Bakunin, miembro de la nobleza rusa que no dudó en desprenderse de sus
privilegios para unirse a las clases oprimidas y desposeídas, para seguidamente
transmitirles su pensamiento revolucionario. Su legado teórico es sin duda uno
de los que, después de doscientos años, ha mantenido despiertas millones de
consciencias revolucionarias en todo el mundo. Mijaíl Bakunin nos muestra en su
“catecismo revolucionario” los principios generales que deben regir a toda
persona revolucionaria, según su criterio, y el tipo de organización
político-social por las cuales deberán regirse los países después de la
Revolución Social.
Principios Generales:
Para Bakunin fue primordial que toda persona revolucionaria
negara la existencia de un Dios real, extramundial y cualquier tipo de
revelación divina que tuviera, teóricamente, intervención en los asuntos del
mundo y de la humanidad. Es pues, para Mijaíl, el ateísmo el primer paso para
despojarse de la moral dominante y ser revolucionaria. Bakunin pretendía así
que se reemplazara el culto a Dios por el respeto y el amor a la humanidad,
afirmando el raciocinio como único criterio de la verdad.
Bakunin proseguía con sus principios generales determinando
que “en absoluto es verdadero que la libertad de un hombre esté limitada por la
de los otros”, pues el ser humano solamente es libre más que cuando se
encuentra entre otros hombres libres”. Encontramos pues, que para el anarquista
ruso, la libertad del ser humano solo es posible en la medida en que todas las
demás personas son libres. Esto es, que solamente en igualdad social y
política, la libertad es realizable.
Para el teórico ruso era menester la exclusión absoluta de
todo principio de autoridad y de razón de Estado. La sociedad humana, en su
fase última de evolución, debía asentarse sobre la base de la libertad, “que ha
de llegar a ser el único principio constitutivo de su organización política y
económica”. Encontramos pues, que la nueva organización política y social debe
partir de abajo arriba y de la circunferencia al centro, regido por los
principios de libre asociación y federación.
Organización política:
Si bien Mijaíl Bakunin esbozó que era imposible determinar
una norma concreta y obligatoria en lo que concierne a la organización nacional
de cada país, pues cada país se regirá por unas condiciones historias,
geográficas o culturales que acabarán determinando las formas de organización
política básicas. Aun así, si que el ruso determinó condiciones que consideró
indispensables para toda comuna o nación después de la Revolución social. La
primera condición que propuso Bakunin fue la abolición total de toda religión
oficial y de toda institución religiosa privilegiada por el Estado, lo cual no
debe confundirse con la prohibición del culto religioso, pues Bakunin,
seguidamente mantenía la necesidad de la libertad absoluta de conciencia y de
propaganda religiosa, además del levantamiento de templos de culto, siempre y
cuando no repercutiera en un gasto adicional para la nueva sociedad. Además,
añade, que las iglesias y demás instituciones religiosas, aparte de no gozar de
ningún tipo de privilegio económico, no podrán acumular ni heredar ningún tipo
de bien común, a excepción de viviendas y centros de oración. Además, se le
prohíbe la ocupación de cargos educativos.
Abolición de los
rangos, privilegios y cualquier tipo de distinción que ponga en entredicho la
igualdad absoluta de los derechos políticos para toda persona, mujer u hombre.
Derrocamiento total del “Estado tutelar y centralista” que empobrece y
esclaviza al pueblo. El sistema educativo debe pasar de un control total y
centralizado del Estado a un control provincial y comunal, al igual que la
abolición de la “magistratura del Estado”, debiendo ser todas las jueces
elegidos por el pueblo. Abolición total de toda la administración central del
Estado burgués, de su burocracia, de los ejércitos permanentes y de la policía
del Estado.
Para el ácrata ruso debía ser inmediata la elección directa
de todo el funcionariado público y judicial, así como los demás representantes
o consejeros nacionales, provinciales y comunales, por el pueblo. Y
reorganización del interior de cada país después de la victoria en la
Revolución Social, tomando como punto de partida la libertad de las clases
populares, de las asociaciones productivas y de las comunas (municipios y
provincias).
Derechos individuales:
En este aspecto Mijaíl es muy claro y conciso, y no distó
mucho de sus compañeros marxistas. Bakunin dejó escrito que toda persona,
hombre o mujer, debía tener desde el mismo momento de su nacimiento, hasta la
mayoría de su edad, el derecho a ser completamente mantenido, defendido,
protegido e instruido por todas las escuelas primarias, secundarias y
superiores a expensas de la sociedad. Es, para Bakunin, de necesidad imperiosa
el establecimiento de una administración pública que asegure a todo individuo
las mismas oportunidades y herramientas para desenvolverse libremente. Este
principio, espeta Bakunin, es contradictorio que el derecho de herencia, que
provoca una clara fractura en la igualdad social de la cual deben partir todas
las personas desde su nacimiento.
Organización política nacional:
Como hemos dicho más arriba, Mijaíl Bakunin nos dice que la
organización política nacional variará en determinadas cosas según el país del
que hablemos, pero básicamente la división administrativa y territorial deberá
ser la siguiente: Administración central/nacional, región,
provincia, distrito (comarca) y comuna (municipio). Hay dos principios comunes
obligatorios que determinó Bakunin para todo país que abrazara su teoría: Toda
organización debe proceder de abajo arriba, de la periferia al centro, a través
de la federación de comunas, provincias y así hasta llegar a la unidad central
de cada país. Y que, entre la unidad mínima, es decir, la comuna, y el estado
(que no Estado) debe haber al menos un intermediario: el departamento, la
región o la provincia.
La base de toda esta organización debe ser la comuna,
totalmente autónoma y representada por sus delegados y delegadas elegidas
mediante el sufragio universal de toda mujer u hombre. Vemos así, como la
organización política y territorial del pensamiento bakunista responde a lo que
hoy se conoce como “municipalismo libertario”.
Las provincias surgirán de la libre federación entre
distintas comunas autónomas. Comprendiendo un parlamento provincial
(Diputación) de una sola cámara compuesta por las representantes de todas las
comunas. Este parlamento provincial debe
tener la única misión de establecer, y resguardar, los principios fundamentales
que habrá de constituir la carta provincial y de cumplimiento obligatorio para
toda comuna que esté en el interior de esa provincia. Todo parlamento
provincial establecerá una legislación provincial en relación a los deberes y
derechos respectivos tanto a individuos como a asociaciones productivas y
comunas, también se establecerán las penas que serán impuestas a cada uno en
caso de infracción de esas leyes establecidas, dejando espacio para que cada
comuna diverja en puntos secundarios, nunca en la base, de las leyes
provinciales.
“El parlamento provincial establecerá la carta constituyente de la
federación de comunas, sus derechos y sus deberes respectivos, así como sus
deberes y derechos respecto al parlamento, a los tribunales y al gobierno
provincial. Votará todas las leyes, disposiciones y medidas ordenadas, sea para
las necesidades de la provincia toda entera, sea por resoluciones del
parlamento nacional, sin perder nunca de vista la autonomía provincial ni la
autonomía de las comunas. Sin inmiscuirse nunca en la administración interior
de las comunas, establecerá parte de cada uno, ya en los impuestos nacionales,
ya en los provinciales. Esta parte será repartida por la comuna misma entre
todas sus habitantes. Controlará, en fin, todos los actos, sancionará o
rechazará todas las proposiciones del gobierno provincial, que será
naturalmente siempre electivo. El tribunal provincial, igualmente electivo,
juzgará sin apelación todas las causas entre individuos y comunas, entre
asociaciones y comunas, entre comunas y
otras comunas, y en primera instancia todas las causas entre la comuna y el
gobierno o parlamento de la provincia.”
La nación, país o “estado”, concepto muy utilizado por
Mijaíl Bakunin para referirse al órgano central, no será más que la federación
de todas las provincias. Se deberá establecer un parlamento nacional con una
sola cámara constituida por los representantes de cada provincia. Este
parlamento nacional, sin ingerir en la administración y vida política de las
provincias, deberá encargarse de establecer los principios fundamentales que
constituirán la carta nacional (constitución), que serán obligatorios para
todas las provincias (y sus comunas) que hayan decidido participar de ese
“pacto nacional”. Dicho parlamento nacional debe establecer un código nacional, dejando a los
códigos provinciales el derecho a divergir en puntos secundarios, nunca en la
base. Los parlamentarios de dicho parlamento deberán elegir la carta
constitucional de la federación de provincias, se votarán todas las leyes, disposiciones
y medidas que serán dictadas e impuestas por las necesidades del país entero.
Se establecerán también los impuestos nacionales y se repartirán entre todas
las provincias, dejando a éstas la función de repartirlas a su vez entre las
comunas. El “gobierno nacional” no deberá ser más que un órgano central de la
federación con la única potestad de ejecutar sus voluntades. También existirá
un tribunal nacional que juzgará sin apelación todas las causas de los
individuos, de las asociaciones, de las comunas entre ellas y la provincia.
La Federación Internacional como órgano supranacional:
Para el anarquista ruso la Federación Internacional debía
ser un órgano supranacional que comprendiese todas las naciones unidas sobre
las bases anteriormente expuestas, asegura, también , que está gran federación
internacional surgirá inmediata y necesariamente desde el primer momento del
comienzo de la Revolución Social, pues será menester la unión de todos esos
países que sigan la luz de la emancipación popular contra la “Santa Alianza” de
la contrarrevolución monárquica, burguesa y fascista. Esta unión supranacional
deberá estar caracterizada y formada por una corte parlamentaria, un tribunal
de justicia y un comité director internacional siguiendo los siguientes principios
descritos por Mijaíl Bakunin:
Cada comuna y provincia tienen el derecho absoluto a
disponer de su suerte, esto es, a determinar su propia existencia, elegir sus
alianzas según sus necesidades económicas, políticas o geográficas.
Abolición del “sediciente”
derecho histórico y del derecho a conquista o cualquier otro derecho que
permita a un país invadir otro, ya sea territorial o económicamente. En una
palabra, prohibición del imperialismo.
Pues para el revolucionario ruso debe terminarse con la consideración de
gloria y grandeza cuando un país invade a otro, y a serlo solamente por el
desarrollo de la solidaridad y libertad en su seno.
Una vez implantada la propiedad colectiva de los medios de
producción y terminada las relaciones de producción capitalistas, libertad de
transacción, comercio y comunicación entre las distintas comunas, provincias,
países y naciones varias.
“La libertad de todos, individuos y cuerpos colectivos, por ser
solidaria, indica que ninguna nación,
ninguna provincia, ninguna comuna y asociación podrán ser oprimidas, sin que lo
fuesen las demás y sin que se sintieses amenazadas en toda su libertad. Todos
para uno y uno para todos, tal ha de ser la regla sagrada y fundamental de la
Federación Internacional.”
Ningún país, después del cese de la guerra revolucionaria,
podrá conservar un ejército permanente, ni institución alguna que separe al
soldado del ciudadano. Para el ruso, se debe desmantelar el ejercito, tal y
como está concebido por los Estados modernos, y crear una Guardia Nacional
revolucionaria, al estilo de la Comuna de París, en la que sus soldados formen
parte de esa de forma obligatoria en caso de necesidad (esa necesidad será casi
constante una vez hecha la Revolución, pues las antiguas clases poseedoras
querrán recuperar sus privilegios). El arsenal militar y todo material
armamentístico deberán organizarse en cada país por comuna y provincia.
La corte parlamentaria internacional deberá contar con
representantes de todos los países. Su única misión será la de salvaguardar los
pactos internacionales y la legislación federal (principios y leyes básicas de
todas las naciones) y solo esta Corte podrá modificarlas según las necesidades
excepcionales de los tiempos.
El Tribunal internacional se caracterizará por tener la
misión y objetivo de juzgar en última instancia entre “estados” y sus
provincias respectivas. Las diferencias entre naciones y “estados” federados
tan solo podrán ser juzgadas por el Parlamento internacional.
Todo país federado que haga la guerra a otro país semejante,
previo veredicto del Parlamento internacional, será condenado y sometido a este
último. En caso de no aceptar la condena, será de obligatorio cumplimiento la
interrupción de toda comunicación con él. Siguiendo con el tema bélico, Bakunin
dictamina que toda nación que forme parte de la alianza revolucionaria debe
tomar parte en la guerra que uno de los países haga contra cualquier otro
Estado reaccionario. Todo país federado, antes de declarar la guerra, debe advertir de ello al
Parlamento internacional, y este tendrá la última palabra sobre si hay una
causa –o necesidad- suficiente de declarar la guerra. En el caso de encontrar
causa real, el Directorio ejecutivo federado tomará como propia la causa de la
nación “ofendida” y pedirá al Estado agresor y reaccionario pronta reparación.
Si por el contrario, el Parlamento internacional no encuentre motivación o causa
justificada para la declaración de guerra, aconsejará al “estado” no
comenzarla, avisando de que si la comienza, la hará él solo.
El apartado de organización política y territorial termina
aquí para Mijaíl Bakunin, no sin antes determinar que no podrán formar parte de
esta federación internacional aquellas naciones que no hayan aceptado los
principios expuestos en esta parte del catecismo revolucionario.
Organización Social:
Para el pensamiento de Mijaíl Bakunin, lo que debía
caracterizar la nueva organización social era sin duda alguna la libertad, pero
insistió siempre en que esa libertad no podría existir sin la existencia previa
de la igualdad política y económica. Cuando hablamos de igualdad hablamos de un
concepto que no implica ningún tipo de nivelación de las naturales diferencias
individuales, ni la identidad intelectual o física de las personas. Esta
diversidad de capacidades, sexos, géneros, etnias y culturas no son más que
riqueza social de la cual ha de disfrutar la humanidad.
La organización de la nueva sociedad reclama para sí una
organización de la sociedad tal que toda persona, desde el primer momento de su
nacimiento, encuentre medios e instrumentos iguales para el desarrollo de su
infancia y adolescencia hasta
el cumplimiento de la mayoría de edad. El ácrata ruso recalca también que esta
igualdad del punto de partida al nacer es inconcebible en tanto exista el
derecho a herencia. Para el pensamiento bakunista, toda persona debe ser “hija
de sus obras y trabajo”, por tanto, la persona heredera de una fortuna
cualquiera no es ya enteramente hija de sus obras y, por tanto es un
privilegiado respecto a las demás. Es así, para Bakunin, que el derecho de
sucesión es contrario al triunfo de la libertad, y si la sociedad quiere llegar
a ser libre, tendrá que abolirlo.
“Siendo el trabajo el único productor de riqueza, cada uno será libre,
sin duda, de morir de hambre o de ir a vivir al desierto o las selvas entre las
bestias salvajes, pero quien quiera vivir en medio de la sociedad habrá de
ganar su vida con su propio trabajo, si no quiere ser considerado un parásito,
un explotador del bien, es decir del trabajo del otro, un ladrón.”
El ocio también es un tema importante para Mijaíl Bakunin y
para todo el pensamiento anarquista clásico. El ruso, pues, determina la
necesidad de la conquista del ocio “ganado” para el libre desenvolvimiento
intelectual y “espiritual”. Para ello es necesaria no solo la abolición de las
clases sociales y la desigualdad, sino la socialización de los medios de
producción como forma de reducción de la jornada laboral en tanto que no habrá
una parte de la sociedad dedicada a explotar sin trabajar. Es menester, pues,
el cese total “del mal que sufre el pueblo”: trabajar para otro, privado de
libertad total, de ocio y desarrollo intelectual, y por lo mismo, este trabajo,
lo degrada, aplasta y mata. Siguiendo
con la forma de la organización social, el catecismo revolucionario de Mijaíl
Bakunin esboza sus pretensiones para con la escuela y la familia. El
pensamiento bakunista clama por la abolición de la familia legal y patriarcal.
Determina que el matrimonio religioso y civil deben desaparecer y ser
sustituidos por el amor libre con la unión voluntaria y el divorcio como
pilares básicos. En cuanto una persona queda embarazada, desde ese primer momento
hasta el parto deberá gozar de una subvención para todo gasto relacionado con
el hijo o hija que espera.
La escuela racional deberá reemplazar a la escolarización
religiosa y estatal, dando paso a un sistema educativo, que más tarde
desarrollaría mejor el ilustre anarquista catalán y alellense Francesc Ferrer i
Guardia, caracterizado y basado en la solidaridad, apoyo mutuo, el culto al trabajo como base y condición de
todo derecho, el desprecio a la metafísica, a la desigualdad y a la
explotación.
Tales son, de forma acotada, las bases y pilares
fundamentales de los contenidos esenciales del pensamiento de Mijaíl Bakunin
que debían ser puestos en práctica una vez triunfe la revolución social de las
clases desposeídas.
Hago plenamente mío cuanto aquí se refleja. Se debe luchar por ello hasta arrancarles el poder a nuestros opresores, esclavistas (y no va a ser nada fácil, suponiendo que lleguemos a conseguirlo), en pro de esa sociedad de derechos que ya querían y estaban elaborando para nosotros nuestros nobles antepasados greco-latinos, hasta que la mafia católica filosionista nos la arrebatase hace dos milenios. Sociedad en la que cada cual viva en función de sus merecimientos, por sus prestaciones para con el resto social, y no por lo que estén robando o hayan robado ellos y sus papitos a los demás. Es decir; derechos en función de unos deberes cumplidos, en una sociedad en la que, consecuentemente, se restrinja severamente la propiedad privada.
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