martes, 27 de enero de 2015

Catecismo Revolucionario

Si hay algún nombre que se toma, desde hace más de un siglo, como estandarte máximo del anarquismo, es sin duda Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, miembro de la nobleza rusa que no dudó en desprenderse de sus privilegios para unirse a las clases oprimidas y desposeídas, para seguidamente transmitirles su pensamiento revolucionario. Su legado teórico es sin duda uno de los que, después de doscientos años, ha mantenido despiertas millones de consciencias revolucionarias en todo el mundo. Mijaíl Bakunin nos muestra en su “catecismo revolucionario” los principios generales que deben regir a toda persona revolucionaria, según su criterio, y el tipo de organización político-social por las cuales deberán regirse los países después de la Revolución Social.



Principios Generales:
Para Bakunin fue primordial que toda persona revolucionaria negara la existencia de un Dios real, extramundial y cualquier tipo de revelación divina que tuviera, teóricamente, intervención en los asuntos del mundo y de la humanidad. Es pues, para Mijaíl, el ateísmo el primer paso para despojarse de la moral dominante y ser revolucionaria. Bakunin pretendía así que se reemplazara el culto a Dios por el respeto y el amor a la humanidad, afirmando el raciocinio como único criterio de la verdad.
Bakunin proseguía con sus principios generales determinando que “en absoluto es verdadero que la libertad de un hombre esté limitada por la de los otros”, pues el ser humano solamente es libre más que cuando se encuentra entre otros hombres libres”. Encontramos pues, que para el anarquista ruso, la libertad del ser humano solo es posible en la medida en que todas las demás personas son libres. Esto es, que solamente en igualdad social y política, la libertad es realizable.
Para el teórico ruso era menester la exclusión absoluta de todo principio de autoridad y de razón de Estado. La sociedad humana, en su fase última de evolución, debía asentarse sobre la base de la libertad, “que ha de llegar a ser el único principio constitutivo de su organización política y económica”. Encontramos pues, que la nueva organización política y social debe partir de abajo arriba y de la circunferencia al centro, regido por los principios de libre asociación y federación.

Organización política:
Si bien Mijaíl Bakunin esbozó que era imposible determinar una norma concreta y obligatoria en lo que concierne a la organización nacional de cada país, pues cada país se regirá por unas condiciones historias, geográficas o culturales que acabarán determinando las formas de organización política básicas. Aun así, si que el ruso determinó condiciones que consideró indispensables para toda comuna o nación después de la Revolución social. La primera condición que propuso Bakunin fue la abolición total de toda religión oficial y de toda institución religiosa privilegiada por el Estado, lo cual no debe confundirse con la prohibición del culto religioso, pues Bakunin, seguidamente mantenía la necesidad de la libertad absoluta de conciencia y de propaganda religiosa, además del levantamiento de templos de culto, siempre y cuando no repercutiera en un gasto adicional para la nueva sociedad. Además, añade, que las iglesias y demás instituciones religiosas, aparte de no gozar de ningún tipo de privilegio económico, no podrán acumular ni heredar ningún tipo de bien común, a excepción de viviendas y centros de oración. Además, se le prohíbe la ocupación de cargos educativos.
Abolición  de los rangos, privilegios y cualquier tipo de distinción que ponga en entredicho la igualdad absoluta de los derechos políticos para toda persona, mujer u hombre. Derrocamiento total del “Estado tutelar y centralista” que empobrece y esclaviza al pueblo. El sistema educativo debe pasar de un control total y centralizado del Estado a un control provincial y comunal, al igual que la abolición de la “magistratura del Estado”, debiendo ser todas las jueces elegidos por el pueblo. Abolición total de toda la administración central del Estado burgués, de su burocracia, de los ejércitos permanentes y de la policía del Estado.
Para el ácrata ruso debía ser inmediata la elección directa de todo el funcionariado público y judicial, así como los demás representantes o consejeros nacionales, provinciales y comunales, por el pueblo. Y reorganización del interior de cada país después de la victoria en la Revolución Social, tomando como punto de partida la libertad de las clases populares, de las asociaciones productivas y de las comunas (municipios y provincias).
Derechos individuales:
En este aspecto Mijaíl es muy claro y conciso, y no distó mucho de sus compañeros marxistas. Bakunin dejó escrito que toda persona, hombre o mujer, debía tener desde el mismo momento de su nacimiento, hasta la mayoría de su edad, el derecho a ser completamente mantenido, defendido, protegido e instruido por todas las escuelas primarias, secundarias y superiores a expensas de la sociedad. Es, para Bakunin, de necesidad imperiosa el establecimiento de una administración pública que asegure a todo individuo las mismas oportunidades y herramientas para desenvolverse libremente. Este principio, espeta Bakunin, es contradictorio que el derecho de herencia, que provoca una clara fractura en la igualdad social de la cual deben partir todas las personas desde su nacimiento.

Organización política nacional:
Como hemos dicho más arriba, Mijaíl Bakunin nos dice que la organización política nacional variará en determinadas cosas según el país del que hablemos, pero básicamente la división administrativa y territorial deberá ser la siguiente:   Administración central/nacional, región, provincia, distrito (comarca) y comuna (municipio). Hay dos principios comunes obligatorios que determinó Bakunin para todo país que abrazara su teoría: Toda organización debe proceder de abajo arriba, de la periferia al centro, a través de la federación de comunas, provincias y así hasta llegar a la unidad central de cada país. Y que, entre la unidad mínima, es decir, la comuna, y el estado (que no Estado) debe haber al menos un intermediario: el departamento, la región o la provincia.
La base de toda esta organización debe ser la comuna, totalmente autónoma y representada por sus delegados y delegadas elegidas mediante el sufragio universal de toda mujer u hombre. Vemos así, como la organización política y territorial del pensamiento bakunista responde a lo que hoy se conoce como “municipalismo libertario”.
Las provincias surgirán de la libre federación entre distintas comunas autónomas. Comprendiendo un parlamento provincial (Diputación) de una sola cámara compuesta por las representantes de todas las comunas. Este parlamento provincial  debe tener la única misión de establecer, y resguardar, los principios fundamentales que habrá de constituir la carta provincial y de cumplimiento obligatorio para toda comuna que esté en el interior de esa provincia. Todo parlamento provincial establecerá una legislación provincial en relación a los deberes y derechos respectivos tanto a individuos como a asociaciones productivas y comunas, también se establecerán las penas que serán impuestas a cada uno en caso de infracción de esas leyes establecidas, dejando espacio para que cada comuna diverja en puntos secundarios, nunca en la base, de las leyes provinciales.

“El parlamento provincial establecerá la carta constituyente de la federación de comunas, sus derechos y sus deberes respectivos, así como sus deberes y derechos respecto al parlamento, a los tribunales y al gobierno provincial. Votará todas las leyes, disposiciones y medidas ordenadas, sea para las necesidades de la provincia toda entera, sea por resoluciones del parlamento nacional, sin perder nunca de vista la autonomía provincial ni la autonomía de las comunas. Sin inmiscuirse nunca en la administración interior de las comunas, establecerá parte de cada uno, ya en los impuestos nacionales, ya en los provinciales. Esta parte será repartida por la comuna misma entre todas sus habitantes. Controlará, en fin, todos los actos, sancionará o rechazará todas las proposiciones del gobierno provincial, que será naturalmente siempre electivo. El tribunal provincial, igualmente electivo, juzgará sin apelación todas las causas entre individuos y comunas, entre asociaciones  y comunas, entre comunas y otras comunas, y en primera instancia todas las causas entre la comuna y el gobierno o parlamento de la provincia.”

La nación, país o “estado”, concepto muy utilizado por Mijaíl Bakunin para referirse al órgano central, no será más que la federación de todas las provincias. Se deberá establecer un parlamento nacional con una sola cámara constituida por los representantes de cada provincia. Este parlamento nacional, sin ingerir en la administración y vida política de las provincias, deberá encargarse de establecer los principios fundamentales que constituirán la carta nacional (constitución), que serán obligatorios para todas las provincias (y sus comunas) que hayan decidido participar de ese “pacto nacional”. Dicho parlamento nacional debe  establecer un código nacional, dejando a los códigos provinciales el derecho a divergir en puntos secundarios, nunca en la base. Los parlamentarios de dicho parlamento deberán elegir la carta constitucional de la federación de provincias, se votarán todas las leyes, disposiciones y medidas que serán dictadas e impuestas por las necesidades del país entero. Se establecerán también los impuestos nacionales y se repartirán entre todas las provincias, dejando a éstas la función de repartirlas a su vez entre las comunas. El “gobierno nacional” no deberá ser más que un órgano central de la federación con la única potestad de ejecutar sus voluntades. También existirá un tribunal nacional que juzgará sin apelación todas las causas de los individuos, de las asociaciones, de las comunas entre ellas y la provincia.

La Federación Internacional como órgano supranacional:
Para el anarquista ruso la Federación Internacional debía ser un órgano supranacional que comprendiese todas las naciones unidas sobre las bases anteriormente expuestas, asegura, también , que está gran federación internacional surgirá inmediata y necesariamente desde el primer momento del comienzo de la Revolución Social, pues será menester la unión de todos esos países que sigan la luz de la emancipación popular contra la “Santa Alianza” de la contrarrevolución monárquica, burguesa y fascista. Esta unión supranacional deberá estar caracterizada y formada por una corte parlamentaria, un tribunal de justicia y un comité director internacional siguiendo los siguientes principios descritos por Mijaíl Bakunin:
Cada comuna y provincia tienen el derecho absoluto a disponer de su suerte, esto es, a determinar su propia existencia, elegir sus alianzas según sus necesidades económicas, políticas o geográficas.
Abolición  del “sediciente” derecho histórico y del derecho a conquista o cualquier otro derecho que permita a un país invadir otro, ya sea territorial o económicamente. En una palabra, prohibición del imperialismo.  Pues para el revolucionario ruso debe terminarse con la consideración de gloria y grandeza cuando un país invade a otro, y a serlo solamente por el desarrollo de la solidaridad y libertad en su seno.
Una vez implantada la propiedad colectiva de los medios de producción y terminada las relaciones de producción capitalistas, libertad de transacción, comercio y comunicación entre las distintas comunas, provincias, países y naciones varias.

“La libertad de todos, individuos y cuerpos colectivos, por ser solidaria, indica que    ninguna nación, ninguna provincia, ninguna comuna y asociación podrán ser oprimidas, sin que lo fuesen las demás y sin que se sintieses amenazadas en toda su libertad. Todos para uno y uno para todos, tal ha de ser la regla sagrada y fundamental de la Federación Internacional.”

Ningún país, después del cese de la guerra revolucionaria, podrá conservar un ejército permanente, ni institución alguna que separe al soldado del ciudadano. Para el ruso, se debe desmantelar el ejercito, tal y como está concebido por los Estados modernos, y crear una Guardia Nacional revolucionaria, al estilo de la Comuna de París, en la que sus soldados formen parte de esa de forma obligatoria en caso de necesidad (esa necesidad será casi constante una vez hecha la Revolución, pues las antiguas clases poseedoras querrán recuperar sus privilegios). El arsenal militar y todo material armamentístico deberán organizarse en cada país por comuna y provincia.
La corte parlamentaria internacional deberá contar con representantes de todos los países. Su única misión será la de salvaguardar los pactos internacionales y la legislación federal (principios y leyes básicas de todas las naciones) y solo esta Corte podrá modificarlas según las necesidades excepcionales de los tiempos.
El Tribunal internacional se caracterizará por tener la misión y objetivo de juzgar en última instancia entre “estados” y sus provincias respectivas. Las diferencias entre naciones y “estados” federados tan solo podrán ser juzgadas por el Parlamento internacional.
Todo país federado que haga la guerra a otro país semejante, previo veredicto del Parlamento internacional, será condenado y sometido a este último. En caso de no aceptar la condena, será de obligatorio cumplimiento la interrupción de toda comunicación con él. Siguiendo con el tema bélico, Bakunin dictamina que toda nación que forme parte de la alianza revolucionaria debe tomar parte en la guerra que uno de los países haga contra cualquier otro Estado reaccionario. Todo país federado, antes de  declarar la guerra, debe advertir de ello al Parlamento internacional, y este tendrá la última palabra sobre si hay una causa –o necesidad- suficiente de declarar la guerra. En el caso de encontrar causa real, el Directorio ejecutivo federado tomará como propia la causa de la nación “ofendida” y pedirá al Estado agresor y reaccionario pronta reparación. Si por el contrario, el Parlamento internacional no encuentre motivación o causa justificada para la declaración de guerra, aconsejará al “estado” no comenzarla, avisando de que si la comienza, la hará él solo.  
El apartado de organización política y territorial termina aquí para Mijaíl Bakunin, no sin antes determinar que no podrán formar parte de esta federación internacional aquellas naciones que no hayan aceptado los principios expuestos en esta parte del catecismo revolucionario.

Organización Social:
Para el pensamiento de Mijaíl Bakunin, lo que debía caracterizar la nueva organización social era sin duda alguna la libertad, pero insistió siempre en que esa libertad no podría existir sin la existencia previa de la igualdad política y económica. Cuando hablamos de igualdad hablamos de un concepto que no implica ningún tipo de nivelación de las naturales diferencias individuales, ni la identidad intelectual o física de las personas. Esta diversidad de capacidades, sexos, géneros, etnias y culturas no son más que riqueza social de la cual ha de disfrutar la humanidad.
La organización de la nueva sociedad reclama para sí una organización de la sociedad tal que toda persona, desde el primer momento de su nacimiento, encuentre medios e instrumentos iguales para el desarrollo de su infancia y adolescencia                 hasta el cumplimiento de la mayoría de edad. El ácrata ruso recalca también que esta igualdad del punto de partida al nacer es inconcebible en tanto exista el derecho a herencia. Para el pensamiento bakunista, toda persona debe ser “hija de sus obras y trabajo”, por tanto, la persona heredera de una fortuna cualquiera no es ya enteramente hija de sus obras y, por tanto es un privilegiado respecto a las demás. Es así, para Bakunin, que el derecho de sucesión es contrario al triunfo de la libertad, y si la sociedad quiere llegar a ser libre, tendrá que abolirlo.

“Siendo el trabajo el único productor de riqueza, cada uno será libre, sin duda, de morir de hambre o de ir a vivir al desierto o las selvas entre las bestias salvajes, pero quien quiera vivir en medio de la sociedad habrá de ganar su vida con su propio trabajo, si no quiere ser considerado un parásito, un explotador del bien, es decir del trabajo del otro, un ladrón.”

El ocio también es un tema importante para Mijaíl Bakunin y para todo el pensamiento anarquista clásico. El ruso, pues, determina la necesidad de la conquista del ocio “ganado” para el libre desenvolvimiento intelectual y “espiritual”. Para ello es necesaria no solo la abolición de las clases sociales y la desigualdad, sino la socialización de los medios de producción como forma de reducción de la jornada laboral en tanto que no habrá una parte de la sociedad dedicada a explotar sin trabajar. Es menester, pues, el cese total “del mal que sufre el pueblo”: trabajar para otro, privado de libertad total, de ocio y desarrollo intelectual, y por lo mismo, este trabajo, lo degrada, aplasta y mata.  Siguiendo con la forma de la organización social, el catecismo revolucionario de Mijaíl Bakunin esboza sus pretensiones para con la escuela y la familia. El pensamiento bakunista clama por la abolición de la familia legal y patriarcal. Determina que el matrimonio religioso y civil deben desaparecer y ser sustituidos por el amor libre con la unión voluntaria y el divorcio como pilares básicos. En cuanto una persona queda embarazada, desde ese primer momento hasta el parto deberá gozar de una subvención para todo gasto relacionado con el hijo o hija que espera.
La escuela racional deberá reemplazar a la escolarización religiosa y estatal, dando paso a un sistema educativo, que más tarde desarrollaría mejor el ilustre anarquista catalán y alellense Francesc Ferrer i Guardia, caracterizado y basado en la solidaridad, apoyo mutuo,  el culto al trabajo como base y condición de todo derecho, el desprecio a la metafísica, a la desigualdad y a la explotación.


Tales son, de forma acotada, las bases y pilares fundamentales de los contenidos esenciales del pensamiento de Mijaíl Bakunin que debían ser puestos en práctica una vez triunfe la revolución social de las clases desposeídas. 

1 comentario:

  1. Hago plenamente mío cuanto aquí se refleja. Se debe luchar por ello hasta arrancarles el poder a nuestros opresores, esclavistas (y no va a ser nada fácil, suponiendo que lleguemos a conseguirlo), en pro de esa sociedad de derechos que ya querían y estaban elaborando para nosotros nuestros nobles antepasados greco-latinos, hasta que la mafia católica filosionista nos la arrebatase hace dos milenios. Sociedad en la que cada cual viva en función de sus merecimientos, por sus prestaciones para con el resto social, y no por lo que estén robando o hayan robado ellos y sus papitos a los demás. Es decir; derechos en función de unos deberes cumplidos, en una sociedad en la que, consecuentemente, se restrinja severamente la propiedad privada.

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